Hace
mucho, mucho tiempo había una tribu llamada la tribu de los
Kaitaris. Esta tribu se mantenía sana y salva gracias a los
vegetales que comían, el agua de los ríos y los animales que
cazaban. Con esos tres elementos conseguían sobrevivir. Era una
época tan antigua que ni la lluvia había aparecido todavía, la
tribu de los Kaitaris se tenía que conformar con el agua de ríos o
manantiales. La vida transcurría tranquila en la aldea pasaban días, semanas y meses y finalmente llegó el verano.
-Este está siendo uno de los veranos más calurosos.- Comentó el jefe de la tribu.
-¿Qué vamos a hacer? Todos los ríos se han secado y no hay agua por ninguna parte, si no actuamos rápido nos moriremos de sed.-Dijo una mujer preocupada.
-¿Por
qué no le pedimos a las nubes que nos den agua? Tienen pinta de ser
muy suaves y fresquitas.- Propuso un niño
-Es
una buena idea, pero no creo que nos hagan caso.-Dijo el jefe.
-Bueno... y si en vez de pedírselo les hacemos llorar, así sus enormes lágrimas nos darán agua para toda la eternidad.
-Bueno... y si en vez de pedírselo les hacemos llorar, así sus enormes lágrimas nos darán agua para toda la eternidad.
El jefe se llevó la mano a la barbilla y lo meditó un momento.
-Buena idea- Dijo finalmente- Pero para que nos oigan bien tendremos que subir a la montaña más alta.
Y
allí, a la montaña iban subiendo uno a uno todos los miembros de la
tribu. Todos subían y empezaban a contarle a las nubes todas las
desgracias de su vida: les contaban las cosas tristes que les
pasaban, pero nada, las nubes no lloraban. Un día subió a la
montaña un sabio y viejo hombre que estaba convencido de que conseguiría hacerlas llorar. Se sentó en el suelo y empezó a
pronunciar suave y lentamente:
- Había... dos... y se cayó el de en medio.
De repente un sonoro estruendo resonó por todo el valle, las nubes empezaron a llorar de risa y lloraron y lloraron y no pararon de llorar en varios meses, cuándo paraba de llover era porque a las nubes se les había olvidado el chiste pero en cuanto volvían a recordar esas 9 palabras otro estruendo sonaba y volvía a llover. Así que si os habíais preguntado alguna vez de donde salió la lluvia, ya tenéis la respuesta.
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